CLXXXVI.- TODOS LOS EQUIPOS TIENEN UNA MEMORIA

El Ricardo Hugo Czentorycky, el Barriga Czentorycky, lo soltó así, de una, con la garganta sonando en el tono natural que las gargantas sólo tienen cuando se pronuncia “buenos días” al empezar un día o cuando se dice “te quiero” si existe el amor. Lo soltó así, impecable, contundente: “Era noviembre, el sábado 15 de noviembre, en la cancha de Mercadito Lux, el Director Técnico era el Beto Roales y el equipo formaba con el Chochi Di Salvo, el Dany Alquati, el Chalo Lagrange, el Bombi Tixe y el Marito Palombo, el Gringo Gulino, el Chino Alama y el Pinino Provenzal, el Chueco Giri, el Tuerto Sosa y el Pescador Gómez. Además, el Mono Ré, el Pío Zapata, el Baldo Hernández, el Mura Balbo y el Ciego Echazarreta no pudieron jugar por diversas lesiones o por estar cumpliendo suspensiones impuestas por el Tribunal de Disciplina, pero estaban en el ‘aguante’, firmes y consecuentes”. Nadie en el Bar de la Esquina de Las Cuatro Fronteras, escenario de sesudas cumbres diarias, se animó a discutirle. Allí, como en cualquier sitio donde el fútbol se valora como un saber, estaba claro que la mejor cédula de identidad para testimoniar que alguien alcanza estatura de experto en el tema es el arte de recitar viejas y gloriosas formaciones de equipos. No lo dudaban el Gustavo Iovaldi, el Coleccionista Iovaldi, el Matías Álvarez, el Divino Maestro Álvarez, el Armando Dalpino, el Referí Dalpino, y los parroquianos, chicas y muchachos, de asistencia perfecta al augusto recinto: el Barriga Czentorycky era insuperable. No sólo podía repasar todas las memorables formaciones. También recordaba a cada persona que había estado en las canchas de la Ciudad Más Futbolera del Mundo donde esas formaciones jugaban.
“Sí, era 15 de noviembre -se extendió el Barriga Czentorycky, con dos gotas de café amargo barnizándole los incisivos inferiores- y en la segunda fila de la popular de espaldas a las vías del ferrocarril y a la Estación Ludueña entre el gentío sufrían, de derecha a izquierda, la María Cristina, la Alicia, el padre del Beto Roales, la Margarita, el Farmacéutico Alloco y su hijo, el Tony Allocco, y un tipo de bigotes que siempre estaba del que jamás supimos su nombre ni de dónde era. Con el Bar de la Esquina de Las Cuatro Fronteras haciéndole eco, el Coleccionista Iovaldi le ofreció más café amargo para bañar, también, los incisivos superiores y le preguntó cómo hacía lo que hacía. El Barriga Czentorycky le aceptó el café y, en la respuesta, le cambió el foco. “Ni tengo un método ni sé si hay un método. Lo que me ayuda es una idea. Yo creo que todos los hombres y mujeres son importantes porque son hombres y mujeres y no por el espacio que ocupan. Por ejemplo, de ese día 15 de noviembre, recuerdo, como si fuera ahora, que el Chochi Di Salvo se atajó dos penales mal cobrados para poner las cosas en su justo lugar y que lo aplaudieron hasta los rivales. Pero les puedo decir, además, que, en ese partido, el compadre del Pío Zapata pudo salir del desempleo y vendió choripanes al pie del codo entre la popular lateral a la que se ingresaba por calle Tucumán y la cabecera que daba espaldas al bar Lux y al cine Lux. El Chochi Di Salvo no fue el único que esa vez se sintió en la gloria”.
Como si cada café amargo le funcionara igual que una carga de combustible, el Barriga Czentorycky recorrió la formación del imbatible y fantástico Real Rosario de varias temporadas y encuentros memorables, detalló los nombres y los gestos de montones de chicas y muchachos que eran hinchas sin claudicaciones de pie sobre el mismo borde de los laterales o desde la gradas de las tribunas y no se salteó a ninguno de los periodistas que cubrieron los partidazos, en que esas mismas exquisitas alineaciones, brillaron por juego y guapeza ante rivales encumbrados.
En eso, el Referí Dalpino le interrumpió el relato: “Mirá a ese tipo que está entrando, flor de gloria, si lo habré dirigido cuando él jugaba de puntero izquierdo, ¡¡¡qué jugador, una máquina de hacer fútbol!!! Es el que dijiste hace un rato: el Pescador Gómez”.
Un suspiro habitado por admiraciones dominó el Bar de la Esquina de Las Cuatro Fronteras. El Coleccionista Iovaldi respiró y añadió una incógnita: “Y el que entra atrás, ¿quién es?”.
La admiración le dejó paso al silencio. Y el silencio amagó con abrir una deliberación. No fue necesaria. Estaba el Barriga Czentorycky.
“Ese hombre era el chofer del colectivo que alquilaban los muchachos del Real Rosario para ir a jugar sus partidos por todas las canchas de la Ciudad Más Futbolera del Mundo… le decían Stirling Moss… un gran chofer.
Dos o tres de los presentes quisieron felicitarlo. Pero el Barriga Czentorycky no les concedió tiempo. “Cada hombre y cada mujer merecen una memoria, cada hombre y cada mujer valen la pena”, repitió como si entonara un himno propio. Después evocó sin errores otras formaciones maravillosas del Real Rosario, sus hazañas en partidos memorables y pidió otra vuelta de café… amargo… para todos. Porque en el bar, durante el mes de junio, el ritual ordena y nadie olvida que el café se bebe amargo.

Chalo Lagrange
Invierno, en su primer día, Junio de 2013.-

Para M. L. P.: Ha pasado toda una vida. Pero, si estuviera nuevamente con mis cuatro años de la mano de la Hermana María Inés en el patio del colegio y tuviera la oportunidad de escoger otra vez, la escogería a usted para toda la vida sin pensarlo otra vez.-

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