La mano busca entre grises
la luz, ese color que en la mano
se desvela, pincel, paleta, diario,
cartón.
Del otro lado impreso dice
un mensaje que a nadie
le interesa;
es la forma, la sutil ebriedad
del trazo que no cesa.
Grita su estridencia.
Moja su fulgor, va y viene
escapa en el aire y vuelve,
titubea… y sigue su mapa
de contornos, de brisas
de noches que bostezan,
de dormidas madrugadas
de quebradas zonas,
de tonos inusuales
y se hacen mural, tela,
papel que arrancan en imagenes
talento, genialidad, destreza,
hasta que el cuadro duerme
fresco, apoyado en la pared,
mientras el clavo muerto
de ansiedad espera.