Elegía de un sueño

Construyo
con livianos colores imprecisos
un fino rostro de hombre, delicado i viril.
Podría ser un marino
si mi mano trazara a sus espaldas
la gris arboladura de un navío.
Pero me duele aislarlo en la verde lejanía del mar
i en su olvido.

Mejor un bosque, pienso, un bosque de altos árboles negros
en un crepúsculo sombrío
para que se destaque como laminado
su voluntarioso perfil esquivo.

Lo nombraría así, el Cazador nómade,
o el Soñador a quien ha detenido
inmóvil un instante la afelpada
soledad del camino.

Pero le temo a la sigilosa sombra del bosque
i a su desvarío.

Y una ciudad que levante sus muros
deslumbrantes i lisos?

No quiero encarcelar su altiva sien desnuda
en un geométrico laberinto.
Ni en la luz sosegada de una alcoba
desdibujarle todos los caminos.
Vencida, ya no dibuja mi mano;
sólo palpan mis dedos, perdidos,
el fino rostro de hombre que ha quedado por siempre
desnudo de paisaje i de destino.

En tanto ya la lenta marea violeta de la tarde
cubre mi pecho estremecido.
Verano del 41

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