Llevamos trizas de sueños adheridos.
Historias de ausencias
con finales desteñidos.
Tormenta, cielo raso
constelaciones de humedad
y soles ausentes.
Viejas voces sin sonido.
Promesas olvidadas
que recorren laberintos.
Vagas y lejanas ternuras.
Caminos que se hicieron
muros inexpugnables.
Fronteras de la memoria,
bifurcaciones,
aromas a madrugadas,
nuevos días
espejos que nos devuelven
otra imagen.
Y volvemos a encontrarnos
porque nunca nos fuimos.
Sueños de labriegos
que cuidan y riegan la semilla
con rezos, afectos limpios,
puros como lluvias
y rocíos.
Espalda sin traiciones
que refrescan
como un bálsamo la herida.
Navegamos a través
de los tiempos
de los fuertes vientos
a oscuras como un ciego.
A sol pleno,
casi quemando las pupilas
en atardeceres
con adioses como pájaros
que nos abandonan
sin presentirnos.
Y supimos del dolor
y del festejo, de la nostalgia
ser nada y ser todo
porque como arqueólogos
trabajando a destajo
fuimos capaces de desenterrar
desde muy hondola alegría.