Al entrar por la puerta de la ochava lo vi de espaldas, como tantas veces, sentado a una de las mesas pegada a la tercera de las amplias vidrieras por Gorriti del Bar de la Esquina de Las Cuatro Fronteras. Debo decir que desde todo ese lateral se divisa perfectamente la desembocadura final de Stephenson en la propia Gorriti, a muy pocos metros de la Avenida Alberdi, con sus dos ochavas famosas por los duelos de antaño, de cuando era de tierra y se llamaba Cuyo. Vi, también, cuando me fui arrimando despaciosamente hasta sentarme frente suyo que el último de los Redactores de Desafíos de Fútbol dejó que tres, acaso cuatro temblores suaves, conquistaran los dedos de su experta mano derecha. No temblaba por alguna afección ni por defecto. Temblaba de pasión por lo que hacía. Así que escribió: “Queridos Amigos, tenemos una cancha vacía, una hermosa pelota nueva, sin estrenar, último modelo, absolutamente quieta y una tarde entera. Los estamos esperando”. Era un mensaje de estos días que corren, sí, los días finales del año 2008, de parte nada más ni nada menos que del glorioso Real Rosario, el exquisito y fantástico equipo de Arroyito, a un equipo de otro barrio. Sin tener en cuenta que tanto nosotros como los ocasionales adversarios ya estamos veteranos y así, de esa manera, ponernos a jugar de una, se torna poco posible. Enseguida, miró con encanto esas palabras, levantó la mirada, me sonrió elegante, dulcemente y convocando al menor de los hijos de su única hija, uno de los pibes que se encontraba entre cafés, lágrimas y cortados contemplando atentamente una partida de ajedrez que se disputaba en una mesa vecina, la despachó y pensó que en un rato los dos equipos estarían jugando. Para cuando eso ocurriera, los temblores se le habrían fugado de la mano. El orgullo de ser el último de los Redactores de Desafíos de Fútbol, en cambio, nunca lo abandonaba.
Los Redactores de Desafíos de Fútbol ejercían un oficio transmitido de generación en generación. Su misión era fácil de entender: confeccionaban las solicitudes con las que un equipo le pedía a otro que lo aceptara como rival. Se trataba de un acto que exigía arte, persuasión y confianza. No lo podía hacer cualquiera ni se aceptaba que la misiva fuera firmada por cualquiera, incluso por mejor jugador que fuera. El tatarabuelo del último de los Redactores de Desafío de Fútbol, por ejemplo, había escrito el texto con el que los equipos de dos ciudades de la Gran Bretaña tuvieron su primer enfrentamiento. “Por favor, necesitamos saber cómo son Ustedes”, en un inglés pulcro y con letra dibujada expresaba aquella breve e inolvidable esquela que puesta en un sobre lacrado atravesó las montañas de las tierras altas, tormentas y otras incomodidades desde Liverpool, en el Condado de Merseyside, ubicada en el noroeste de Inglaterra sobre la ribera este del río Mersey hasta Aberdeen, ciudad de Escocia situada casi en el extremo boreal de la gran isla cuna del fútbol, pero finalmente llegó y dio origen a un partidazo. Sus herederos no fueron menos que él. Unos habían armado partidos con letras en clave durante la Primera Guerra Mundial, otros en medio de los bombardeos en el transcurso de la Segunda Gran Guerra y, luego, ya arribado con sus padres al País del Fin del Mundo, quien escribía sentado a la mesa pegado a la tercera vidriera por Gorriti del Bar de la Esquina de Las Cuatro Fronteras también lo había hecho en tiempos de feroces dictaduras que prohibían todo. Él, tanto y tan bien como sus antecesores, había logrado los duelos futboleros del mítico Real Rosario con otras grandes formaciones a las que les abundaba el talento pero también la timidez y, aún se cuenta, que el mismísimo padre del último de Los Redactores de Desafíos de Fútbol, a poco de llegar con su familia y sueños de la lejana Liverpool a la puerta que era un puerto de La Ciudad Más Futbolera del Mundo, había conseguido que dos grupos de gentes sin rumbo y desesperanzados se citaran y tuvieran una tenida de hacha y tiza memorable en un pequeño estadio incitados por esta frase: “Aquel que tiene a quien gambetear no está solo”.
Al último de Los Redactores de Desafíos de Fútbol, actualmente ya muy veterano, le tocó una edad dura. Quien narra esta historia mínima no sólo la conoció sino que siendo muy pibe la compartió día a día como todos: callado y con los dientes apretados. La esencia de su tarea estaba en cuestión porque montones de personas habían perdido la confianza en compartir, tenían débil la voluntad de convocar y no recordaban que los demás, aunque sean adversarios en cualquier cancha, son una parte de uno que vive fuera de uno. Pero, jamás se dio por vencido. Tanto que decidió no ser más el último y hace muy poco tiempo le empezó a enseñar el oficio al menor de los hijos de su única hija. Primero, al nombrarlo correo oficial, le explicó que casi nada hace tan humanos a los hombres -y a las mujeres, que ya lo plasman en las canchas como los muchachos, o mejor- como una invitación a jugar. Y después dejó que el pibe observara que de nuevo y como antes, redactando Desafíos de Fútbol, tres o cuatros temblores suaves le conquistaran los dedos.
Como siempre y como todos Usted me preguntará quién es, cómo encontrarlo y charlar un rato consultándolo sobre anécdotas, cosas y más cosas para que las responda con su sapiencia y elegancia de caballero inglés. Sólo le puedo decir que si me acompaña de tarde en tarde con infusiones de por medio, a la hora en que se va apagando la luz del día, más seguramente que tal vez, lo podamos encontrar sentado a una de las mesas pegada a la tercera de las amplias vidrieras por Gorriti del Bar de la Esquina de Las Cuatro Fronteras.
Chalo Lagrange
Verano (previo al Fin de Año), diciembre de 2008.-
Para M. L. P.: Perdóneme, no puedo Amarla menos de lo que la Amo.-