Son pocos minutos,
apenas unas líneas que dibujan
la distancia del extremo de la noche
en un nuevo día.
Madrugada que escalará inmediatamente
irá descendiendo al nuevo día
del doce al uno y el uno irá,
demorando lentamente
esa suma adormecida
que crecerá en silencios
que irá apagando
ventanas y bocinas
que hará sonar algunos pasos
como martillos en las veredas
llenas de ausencias.
Se dormirán los sonidos
y sonarán mas intensos
algunos que sobreviven
al sueño,
horas distintas hasta llegar
al máximo punto de caida
allí las seis dirán que
el sueño ya no tiene
tantas camas.
El agua sonará a cascada
y ríos de canillas
abrirán y cerraran
sus grifos como una sinfonía
prevista y distinta.
Desde allí comenzará
a escalar el día
hasta alcanzar el sol
y luego la tarde descenderá
como escalera de soles
de brillos, de intensidades
hasta remontar la última cuesta
de la tarde
yendo hacia la noche,
inundándose de estrellas
en la dogmática e igual esfera
imperturbable,
de una pared que sostiene
al viejo reloj que nos mira.