El reloj detuvo su marcha.
Ya no dice su tiempo.
Ya no sostiene la numérica cronología
pariendo segundos,
minutos,
ya no convierte la noche en día;
en tardes o mañanas
Ya no existe más que el silencio
en una hora señalada.
El absurdo de su hora definitiva
aún amaneceres,
ni estrenando madrugadas.
Allí está detenido.
Las arrugas avanzan
el blanco de las cabelleras
no se detiene.
Que tiene que ver el reloj
con el tiempo transcurrido.
La inmortalidad
y la muerte
son cartas que vuelven
a barajarse.
Son iconos,
que desempeñan
un rito
que solo dibujan formalidades.
En que esfera
está el porvenir.
En que momento
da a luz
la esperanza.