Los olvidos pobre mundo

No sé si uno en la soledad alta
del verano puede escribir poemas.
Uno arma en la levedad del mundo
otro mundo menos precario,
menos decadente, que tal vez estalle
antes que el otro, sin remedio.
Uno va armando a los golpes, con el recuerdo
de los muertos que también se quedan en nosotros.
Con los besos olvidados de las mujeres
que nos quisieron tanto (o tal vez no tanto),
con ese esplendor de «la carne pasajera».
Como nosotros que apelamos a la letra
tardía como si el recuerdo no nos saliera
al paso siempre con una zancadilla.
Los descuidos a que nos somete este tiempo
obvian la ternura y los afectos.
Tal vez ya no pueda nada todo este mar
de mariposas amarillas sobre el trigo,
los tréboles, el sauce, los gorriones solitarios,
la perdiz que esconde su silbido entre los pastos.
No sé qué derecho tiene uno al intentar la retención
del reloj, la sonrisa que quisimos
o la perfección del poema que nunca habremos
de escribir.
1986, verano
Seis poetas santafesinos

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