La muerte

Hablo de últimos gestos.

De palabras que fueron, sin saberlo, terminales.

Lo que precede, por ejemplo,
al segundo
en que alguien cae fulminado,
roto el corazón al recoger
un pantalón recién planchado.

O al salir rozagante de unas aguas cristalinas
luego de siete largos impecables.
(Era una espléndida mañana de verano.)

 

Ella vendrá, vendrá.
Vendrá envuelta en la luz de lo apacible.

 

Lo suyo es siempre.

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