No hay nada más,
Tu pupitre y el mío.
Vos ahí y yo acá.
Pero bueno,
vale nombrar a los que sobran
en esta novela de atar.
Los demás,
que como vos escuchan sin respirar
el monólogo keynesiano
que dicta ese fulano engominado
que no para de hablar.
Pero no hay nada más.
Tu pupitre y el mío.
Vos ahí y yo acá.
Quizás perdí medio examen
pero estudié cada cabello
que descansa sobre tus hombros,
cada mirada que miraba y esquivaba,
cada sonrisa que esbozabas
ante los chistes sin gracia
del fulano de tal.
Pero no hay nada más.
Tu pupitre y el mío.
Vos ahí y yo acá.
Puede ser que siga siendo
solo pensamiento,
solo contemplación.
Verás, no he aquí
el distinguido de la clase,
el hijo del diputado
ni el comedido de la fila de atrás.
Pero, rubia, aunque distintos,
pueden los latidos
despertar el sentido
y hacerlo vivir.
Y si mis latidos
resultan insuficientes
solo voy a decir
que no hay nada más.
Tu pupitre y el mío.
Vos ahí y yo acá.