Las caras de Olga Orozco

La posibilidad de ser innovador y original en el ejercicio de escribir para un medio gráfico ha sido más que demostrada por nombres que (como Arlt, Clarice Lispector o los más cercanos Jorge Aulicino y María Moreno) no temen por ello invalidar su obra. La revista Claudia, de editorial Abril, ha sido el lugar donde Orozco salpimentó a gusto un oficio que abarcó la biografía, el consultorio sentimental, la crónica y la columna de opinión. Seriedad, de eso se trata cuando lo que podrían haber sido “notas de color”, esto es tomar un tema a la sazón, regar y edulcorarlo con jaleas diversas por demás empalagosas, aggiornarlo específicamente para no pensar, la maestría de Olga Orozco se encargó de transgredir y superar dicho esquema, muy común en las llamadas revistas para la mujer. Para ello, se valió de distintos seudónimos: “Elena Prado”, “Valentine Charpentier”, “Valeria Guzmán”, “Richard Reiner”, “Martín Yáñez” y “Jorge Videla”, este último, un más que premonitorio nombre a la hora de aconsejar acerca de secuestros y/o desapariciones, especialmente de menores. Tomo al azar la biografía de María Curie pergeñada por Orozco: es notable la investigación llevada a cabo; asimismo, la admiración que siente por esta figura de la ciencia. Por citar sólo algunas, también son dignas de mención la dedicada a Katherine Mansfield, la evocación de las mujeres del Renacimiento o la perspicaz opinión respecto de la videncia. La intromisión de la poeta se observa en el desviar sutilmente el género de lo escrito. Tampoco falta la ironía en este compilado periodístico, tan aparentemente lejano a su obra poética. Véase, si no, esta aguda burla: “¿Es de práctica para vosotros el recibir colaboraciones tipo ‘poesía’? Cuento con gran cantidad de material que, según criterio objetivo de personas especializadas, posee valor literario tanto como morfológico y, además, amalgama una variedad de estilos: desde el descriptivo puro hasta el romántico o exhortativo. Alicia H.M. (Córdoba). En Claudia no se publican poemas ni se aceptan colaboraciones espontáneas. En cuanto a ‘recibir’, se recibe gran cantidad de material tipo ‘poesía’ y tipo ‘prosa’, morfológico y también amorfo. Siguiendo una de sus variedades más ponderables de estilo, el exhortativo, sólo puedo decirle: ‘¡Adelante!’.” O bien, su afilada reflexión sobre Borges: “Era un hombre borroso”; o lo que responde en el Consultorio Sentimental a la enamorada de un poeta: “Los poetas hacen viajes interiores cuyas trayectorias no figuran en los mapas y en los que es imposible acompañarlos”. Si algo ha logrado Olga Orozco aquí es la desacralización, el tomarse en solfa lo que, al momento de escribir un poema, no podría haber cumplido. Aun así, también apunta entre líneas, como si no pudiera consigo misma y en respuesta a una tal Mary B: “Pregúntese a altas horas de la noche, en completa soledad y tratando de llegar al fondo de sí misma, si podría dejar de escribir. Si puede, no es ésa su vocación”. Imperdible, Yo, Claudia es un debido tributo a una gran poeta.

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