Sábado por la noche

Una mirada pasajera

Sábado.

Ya en el límite del domingo.

¿ Qué es un sábado por la noche..?

Quizás tantas cosas que pueda contener todo, lo, largo y lo ancho de la realidad.

¿Cuál realidad podríamos preguntarnos ?.

Toda.

Aunque ciertamente fragmentada.

La sociedad no en baldosas, sino en pedazos.

La circulación de automóviles por las avenidas.

De todos los modelos que arrollan el aire, ese aire que les llega directamente a la cara de los que detrás de changas, de trabajos imprecisos, periódicos, alternando el abismo el silencio, la ocupación y la miseria, se sientan en el cordón de la vereda a beber del pico, o del ángulo cortado del tetrabrik.

Están fabricados sin cara o con caras poco glamorosas, casi iguales aún cuando se mezclan chicas y muchachos.

Allí están.

Quizás dejaron de trabajar recién.

Quizás encontraron en ese botella o en ese cartón rectangular la fiesta, donde el festejo el olvido o la borrachera irá creciendo en paz hasta volver en la mañana del domingo a la changa, al trabajo temporal, a descargar camiones, al autoservicio o al almacén mugroso de los barrios periféricos.

Es la derrota, es la aceptación casi fatal de permanecer, de estar al margen de toda posibilidad humana de vida. Quizás se ayuden con un plan trabajar, quizás con alguna ropa usada.

Mientras el BMW  pasa a toda velocidad con sus cristales absolutamente polarizados.

Los que lo habitan también decidieron hacerse invisible. Nadie los ve. No quieren entenderse ni reconciliarse con el entorno.La calles son cintas grises y las luminarias apenas puntos luminosos , la velocidad se incrementa, se alterna con su angustia

Quizás el habitante del cordón sea consecuencia del turismo obsesivo de esos veloces conductores que siendo hijos de la abundancia  hagan de la suspensión del sereno la justificación  para achicar gastos.

Todo está allí.

Es sábado por la noche.

También están los otros chicos aquellos que de la clase media, ahora tienen que patotear  a los padres para conseguir algún dinero para salir, y otro poco para estudiar.

Se agrupan en algunas esquinas.

Están armando esa legión que tomará algún boliche, pero es temprano.

Allí está la esquina próxima, allí está también el pico comunitario y la botella, el bullicio, los gritos, el humor y el exceso. Alguno va más allá del pico y cigarro non sancto se enciende se hace humo y risa, y se mezcla la impotencia con una alegría comprada

Y antes del rumbo elegido y después de la hora señalada, quedarán hecha trizas las botellas los vidrios que romperán en brillos oscuros o transparentes las veredas y la calle.

Los vecinos saben que es sábado por la noche.

La risas, los gritos y lo excesos se treparan hasta las azoteas  confundiéndose con los ladrillos de cientos de perros que como eco en la montaña responderán como campanas que nunca dejan de tocar, unas a otras, provocando la respuesta igual, sostenida y estéril.

Alguna puñalada puso fin a alguna contrariedad en la periferia, aunque el centro también sabe del puntazo artero.

Alguien perdió su moto al ir a trabajar temprano.

Y a los umbrales se sentará el cansancio del sábado que ya se hizo domingo largamente. Y el kiosco, el boliche el drugstore,  cobró, incorporó esas monedas que aún en dispersos bolsillos sirven para obtener una ganancia exigua y necesario.

Total la necesidad tiene cara de hereje.

Algunos de los habitantes del umbral o del cordón quizás deban volver al camión, al reparto a la caja del supermercado o al almacén mugroso de la periferia.

Las luces descubren el último acto.

La fiesta terminó.

Ya no hay noche, ya nada puede ocultarse bajo el sol.

Quedan las trizas, la ropa ajada, el estomago revuelto, la cabeza que no disipa el rumor o el dolor que persiste.

Hasta las últimas moneda y el ultimo cansancio se consumieron en ese intento por ser, por estar, por no renunciar a la mínima expresión de vida

El Mercedes, el BM y los demás vehículos de alta gama vuelven presurosos. Con otro sabor, con un paladar que degustó las bebidas más caras.

Que cenó en restaurantes facción, que compartió alguna belleza que escapó con alguién del cordón o del umbral y se coló en un mundo rosa exagerado y brutal que reedita el viejo cuento de cenicienta con un príncipe que se alarga despúes de las doce de la noche, pero que desaparece en la madrugada del domingo después de todos los excesos

La fiesta tuvo a todos sus invitados activos y despiertos.

La realidad se hizo la desentendida.

El domingo nace y niega. Niega y nace y pone otro sol, otra vereda y otro cordón que niegan todo lo que pasó.

No queda casi nada.

Algún vidrio insolente.

El escombro de alguna que  otra botella.

 

Miguel Amado Tomé

 

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