Hay besos que son
como un adiós intenso
que tienen el peso eterno
de una vida.
Cúanto se fue en ese intento.
Violines desafinados,
estremecen el alma
y no hay consuelo.
Es tanto lo perdido,
que la herida será honda
lacerante
y la cicatriz llegará,
costurón de lágrimas
que formarán la cáscara
que aún, después de la caída
tensan tantos desvelos
como noches sin sueños
como pájaros nocturnos
que estrenan con su canto
estrellados cielos,
de infortunio y de silencios.