Aquí en el exilio.
Aquí dentro, en mi ciudad
en mi piel como paredes
escritas,
escritas con fechas,
nombres
hechas de sucesos,
de inesperadas urgencias,
de esperanzas.
Que como bandera de guerra
que no se rinde aún en alto
y al viento,
opacados sus colores
brilla por su obstinación.
Exilio interior donde
cada letra se une
con algún sentimiento
en medio
de tantas sorderas,
de tanta oscuridad,
de grises instalados
en el estrecho sendero de
la celda asignada
por la indiferencia,
donde la luz
es una alta ventana
inexpugnable de silencios.
Aquí, en el más
doloroso de los exilios
en medio de mi
historia sucesiva
marcha de pasos
que sumaron,
que se repiten,
que van y vienen
a pesar del tiempo
en otoños,
en veranos,
que sumaron
todas las primaveras
y los vientos, y las flores
y las hojas,
y de quienes habitaron
nuestros brazos que inundaron
nuestros ojos y se fueron.
Aquí, en el exilio
de ser y no ser,
de tantos sueños
que parecen fantasmas
sin haber muerto.
Aferrado a todos los olores,
a la raíz de pasos que crecen
y nos hunden en la tierra,
en nuestra tierra,
en nuestro tiempo,
en esta ciudad de latidos
arrítmicos,
que vive mirando hacia afuera
que nos llena de laberintos
de oscuridades,
que hace tan pesado
e intemporal este exilio.