ESCRIBIR DE UNA SOLA MIRADA Vivir y dormir en la calle

El silencio y el ruido, pueden hermanarse, ser y no ser, perder la esencia, o ser lo contrario.
Allí en medio del mundo urbano, existen las expresiones, los escenarios construyen obscuridades, luces, sombras, ruido en la mezcla de motores, de pasos de voces de bocinas, de música. Los personajes transcurren. Allí está el cuidador de autos, con su estilo, con esa autoridad que edifica para finalmente ser.
También está el vendedor ambulante, el buhonero, aunque no todo se define de la misma manera. Está quien ordenadamente tiene sus bolsos, sus productos que pueden abarcar desde lo textil, lo oftalmológicamente incorrecto y condenado por las ópticas, los DVD, con películas algunas apenas estrenadas, los collares, pulseras y la infinita manera de crear un símbolo, que alguien quiera usar o llevar a su hogar con la minúscula y sencilla forma de un par de medias o el cine.
Esa supervivencia reclama un equilibrio singular.
Son trapecistas, equilibristas, andan la cuerda floja y en muchos casos operan sin red. La calle está llena de sueños y privaciones, de miserias, de ruegos, de risas que se comparten y que ignoran lo pésimo y lo fortuito. Los largos atardeceres preceden dramáticamente a la noche que borra y que tiene el signo del silencio, que hace que el cansancio, y alguna compañía de infortunio, en ese destierro urbano busquen refugio.
Allí se unen bajo un alero, donde además de protección quizás haya alguna forma de comida, algo para beber, donde hasta lo poco siempre hay que ganarlo.
Y viene la penúltima ceremonia, abrir los bolsos y paquetes para sumar y dar, para envolverse y resistir el frío. Y en eso hasta la Peatonal Córdoba puede abrirse en suite. Y formar montañas de frazadas, convirtiéndose en paquetes que respiran, donde el perro es el pariente más cercano.
Todos en silencio y la noche viaja hacia la madrugada, donde cepillos y bolsas de basura inmensa juegan a acumularse, mientras el agua parece plastificar el piso con su brillo. La mañana despierta llena de grises y allí con pocos pasos apresurados y tempranos parecen apurar el nuevo día.

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