Caminar todos los dÃas
Caminar una manera de mantenerse en actividad y combatir el sedentarismo.
Eso dicen todos los que saben, y por supuesto que hace bien.
Yo lo practÃco a diario.
Siempre en la primera hora de la mañana donde el aire parece más puro.
Una hora o más . Lo hago a reloj, y en caso de el mal tiempo o lluvia , cambio el parque, combinando calles y avenidas donde es más fácil guarecerse de la lluvia cuando algún chaparrón es intenso.
Mucha gente que hace esta rutina lleva auriculares, escucha radio o música.
Pero a mà me parece interesante la realidad, lo que se ve.
La hora más temprana tiene personajes que hacen la tarea de lavar y barrer las veredas, frente a colegios u hoteles.
Los jubilados en la interminable cola para llegar lo más temprano posible a cobrar sus haberes. Y la anciana, sentada en la vereda de la Iglesia Perpetuo Socorro, con un pañuelo atado a la cabeza, su piel curtida por todas las inclemencias imaginables, su ropa mojada, y su indigencia a cuestas.
Pide en silencio. La gente no la ve.
Es invisible. Mi don, el que tengo es no dejar de ver.
TenÃa en un monederito que llevo en esas caminatas unos pocos pesos.
Esta vez tomé un café antes de partir en el Bar de Luis, y me quedaron once pesos, le dÃa un peso.
Seguà caminando. Llegué hasta JunÃn, no quise seguir por la avenida y doble por Avellaneda. Allà lo vi hacÃa rato que sabÃa nada de él. Avellaneda, el ex presidente del que ese boulevard llevará su nombre y que estuviera emplazado su busto en un alto pilar en el medio de la avenida donde cruza con JunÃn.
Pero el Boulevard se fue. Se convirtió en una avenida rápida, y Avellaneda molestaba, pero…No se lo podÃa eliminar, asà que encontraron, ese rincón donde ubicarlo , de espaldas a la pared, de lo que fuera una fuente y con un pilar minúsculo, y su sonrisa que parece socarrona, deja entrever, su indulgente perdón.
Volver a descubrir a Avellaneda, fue toda una sorpresa, volvÃa caminando y al llegar a una nueva avenida que la cruza a la altura de dos estaciones de servicio una frente a otra, y encontrarme con una gran y nueva concesionaria de autos, que construyó un enorme edificio con grandes vidrieras, llena de automóviles.
Lo importante para los peatones es que ahora las veredas limpias y anchas permitÃan caminar o pasear por esa gran zona, que además tiene césped y flores.
Supongo que da una sensación de opulencia y serenidad.
Que bellos autos, algunos rojos brillantes. O la camioneta de doble cabina y ruedas enormes….que linda… ¿ Pero para que querrÃa yo una camioneta si los sueños, las esperanzas y las ilusiones caben en el corazón?
No tendrÃa que ponerle…El auto si es lindo… Muchos dicen-¡ Todo el mundo se compra un cero kilometro…! ¿ Si eso fuera cierto, donde estarÃamos…?
Ya que no todos seriamos de este mundo…
Y allà pensé en la viejita que estaba sentada en la puerta de la iglesia…¡ Claro …los que no tenemos cero kilometro debemos ser invisibles como ella…!
Y seguà por esa doble avenida caminando por el césped angosto del medio, y al cruzar otra enorme concesionario con otros vehÃculos, también muy bellos. Llenos los espacios abiertos.
Cuantos vehÃculos…!
Más allá en las paradas de colectivos, varias personas esperando en silencio, con oscura o gris presencia, que los pinta en marcha hacia el trabajo.
Al encontrarme de nuevo en la Avenida Alberdi, volvà a ver a la anciana, sentada en la misma posición en la puerta de la iglesia. Pero está vez escuché su voz donde pedÃa alguna ayuda.
Le dije que ya le habÃa dado.
SeguÃ.
Vi que seguÃa siendo invisible para los que por allà pasaban. Y decidà volver. Pensé, en esa viejecita absolutamente en la indigencia…rebusque en el bolsillo el monederito en el que me quedaban diez pesos. Se los di me dijo – Me va a servir para comprar comida…
Espero que todos los santos que están a su espalda, la ayuden.
Duele ver, para los que todavÃa vemos, la necesidad siempre en las sombras y el resplandor que enceguece permanentemente iluminado.