Explotó el cartucho en el aire
de las cosas inanimadas que no es el mismo aire
del sombrero, ni del avión, ni de la bruja.
El ritmo anárquico del agua, en el movimiento
del elefante y el reflejo de su trompa que como manos
como y me desenvuelvo fácilmente sobre la superficie animada,
por los fideos aceitosos, de una cacería
nunca tan sanguinaria, como la de esta selva
de efluvios y botellas.