Cuando nací me pusieron dos lágrimas en los ojos para que pudiera ver el tamaño del dolor de mi gente. Humberto Ak-Abal Entradas relacionadasEl maíz que no sembramosmiércoles 13 junio, 2012Marchitándosejueves 21 marzo, 2013De la vacilación al compromiso, la literatura de Chile se renuevajueves 13 marzo, 2014 Entrada anteriorEl fuegoSiguiente entradaEl Bar