Homenaje a Jorge Luis Borges

Que importante ha sido que se editaran las Obras Completas, especialmente dividida en tomos. El tomo de Obra Poética, que reúne toda su producción es magnífico, verdaderamente inapreciable.

Recomendamos tener el ejemplar de OBRA POETICA, de JORGE LUIS BORGES, en la edición de 2007, editado por Editorial Planeta.

Dice Borges “He compilado en este volumen toda mi obra poética, salvo algún ejercicio cuya omisión nadie deplorara o notara y que (como ciertos cuentos de Las mil y una noches dijo el arabista Edward William Lane) no podía ser purificado sin destrucción. He limitado algunas fealdades, algún exceso de hispanismo o argentinismo, pero en general, he preferido resignarme a los diversos o monótonos Borges de 1923, 1925, 1929, q960, q964, 1969 así como al d 1976 y 1977. Esta suma incluye un breve apéndice o museo de poesías apócrifas.

Como joven poeta, yo creí alguna vez que el verso libre es más fácil que el verso regular; ahora se que es mas arduo y que requiere la íntima convicción de ciertas páginas de Carl Sandburg o de su padre, Whitman.
Tres suertes puede correr un libro de versos; puede ser adjudicado al olvido, puede no dejar una sola línea pero si una imagen total del hombre que lo hizo, puede llegar a las antologías unos poco poemas.
Si el tercero fuera mi caso yo querría sobrevivir en el Poema conjetural, en el Poema de los dones, en Evernes, en el Golem, y en Limites, Pero toda la Poesía es misteriosa; nadie sabe del todo lo que le ha sido dado escribir. La triste mitología de nuestro tiempo.
Habla de la subconciencia o, lo que aun es menos hermoso, de lo subconsciente; los griegos invocaban la musa, los hebreos al Espíritu Santo; el sentido es el mismo.

POEMAS ESCOGIDOS:

Oda escrita en 1966

Nadie es la patria, ni siquiera el jinete
que, alto en el alba de una plaza desierta,
rige un corcel de bronce por el tiempo,
ni los otros que miran desde el mármol,
ni los que prodigaron su bélica ceniza
por los campos de América
o dejaron un verso o una hazaña
o la memoria de una vida cabal
en el justo ejercicio de los días.
Nadie es la patria. Ni siquiera los símbolos.
Nadie es la patria. Ni siquiera el tipo
cargado de batallas, de espadas y de éxodos
y de la lenta población de regiones
que lindan con la aurora y el ocaso,
y de rostros que van envejeciendo
en los espejos que se empañan
y de sufridas agonías anónimas
que duran hasta el alba
y de la telaraña de la lluvia
sobre negros jardines.

La patria, amigos, es un perpetuo
como el perpetuo mundo. (Si el Eterno
Espectador dejara de sonarnos
un solo instante, nos fulminaría
blanco y bruscorelámpago, su olvido.)
Nadie es la patria, pero todos debemos
ser dignos del antiguo juramento
que prestaron aquellos caballeros
de ser lo que ignoraban, argentinos,
de ser lo que serían por el hecho
de haber jurado en esa vieja casa.
Somos el porvenir de esos varones,
la justificación de aquellos muertos;
nuestro deber es la gloriosa carga
que a nuestra sombra legan esas sombras
que debemos salvar.
Nadie es la patria,
pero todos lo somos.
Anda en mi pecho
y en el vuestro, incesante
ese límpido fuego misterioso.

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Ajedrez

En su grave Rincón, los jugadores
rigen las lentas piezas. El tablero
los demora hasta el alba en su severo
ámbito en que se odian dos colores.
Adentro irradian mágicos rigores
las formas: torres homérica ligero
caballo, armada reina, rey postrero,
Oblicuo alfil y peones agresores.
Cuando los jugadores se hayan ido,
cuando, el tiempo los haya consumido,
ciertamente no habrá cesado el rito.
En el Oriente se encendió esta Guerra
Cuyo anfiteatro es hoy toda la tierra.
Como el otro, este juego es infinito.

II

Tenue rey, sesgo alfil, encarnizada
Reina, torre directa y peón ladino
Sobre lo negro y blanco del camino
Buscan y Libran su batalla armada.
No saben que la mano señalada
Del jugador gobierna su destino,
No saben que un rigor adamantino
Sujeta su albedrío y su jornada.
También el jugador es prisionero
/la sentencia es de Omar/ de otro tablero
de negras noches y de blancos días.
Dios mueve al jugador, y este, la pieza
Que dios detrás de Dios la trama empieza
De polvo y tiempo y sueño y agonías

Jorge Luís Borges

LOS GAUCHOS

Quien les hubiera dicho
que sus mayores vinieron por un mar,
quien les hubiera dicho
lo que son un mar y sus aguas.
Mestizos de la sangre del hombre blanco,
lo tuvieron en poco,
mestizos de la sangre del hombre rojo,
fueron sus enemigos
Muchos no habrán oído jamás
la palabra gaucho,
o la habrán
oído como una injuria.
Aprendieron los caminos de las estrellas,
los hábitos del aire y del pájaro,
las profecías de las nubes del Sur
y de luna con un cerco.
Fueron pastores de la hacienda brava,
firmes en el caballo del desierto
que había domado esa mañana,
enlazadores, marcadores, troperos,
capataces,
hombres de la partida policial,
alguna vez matreros,
alguno escuchado, fue el payador.
Cantaba sin premura,
porque el alba tarda en clarear,
y no alzaba la voz.
Había peones tigreros,
amparados en el poncho,
el brazo izquierdo,
el derecho sumía el cuchillo
en el vientre del animal abalanzado y alto.
El dialogo pausado,
el mate y el naipe
fueron las formas de su tiempo.
A diferencia de otros campesinos,
eran capaces de ironía.
Eran sufridos, castos y pobres.
La hospitalidad fue su fiesta.
Alguna noche los perdió
el pendenciero alcohol de los sábados.
Morían y mataban con inocencia.
No eran devotos,
fuera de alguna oscura supertición,
pero la dura vida
les enseño el culto del coraje.
Hombres de la ciudad
les fabricaron un dialecto
y una poesía de metáforas rusticas.
Ciertamente no fueron aventureros,
pero un arreo los llevaba muy lejos
y mas lejos las guerras.
No dieron a la historia ni un solo caudillo.
Fueron hombres de López, de Ramírez,
de Artigas, de Quiroga, de Bustos,
de Pedro Campabell, de Rosas, de Urquiza,
de aquel Ricardo López Jordan que hizo matar a Urquiza,
de Peñaloza y de Saravia.
No murieron por esa cosa abstracta,
la patria,
sino por un patrón casual,
una ira
o por la invitación de un peligro.
Su ceniza esta perdida
en remotas regiones del continente,
en republicas
de cuya historia nada supieron,
en campos de batalla, hoy famosos.
Hilario Ascasubi los vio cantando y combatiendo,
vivieron su destino como en un sueño
sin saber quienes eran
o que eran.
Tal vez lo mismo
nos ocurre a nosotros.

Jorge Luis Borges

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